Hay momentos en los que sólo me gusta mirar por la ventana y observar aquel brillante cielo azul asomándose por ella, sin mencionar el aire templado volando mi cabello como ceda pura que se mece con la brisa más leve. En ese preciso momento es cuando me libero de todo lo que está pasando, ya no poseo vista, solo siento el aire corriendo por mi cuerpo como sangre que fluye en mi corazón. Olvido lo malo de vivir, y pienso que el mundo en el que vivimos es perfecto, que todos por fin han obtenido y logrado lo que merecen y que no existen las preocupaciones; de todo.Pero esta hermosa sensación se acaba en cuanto el viento se calma, y me decido a abrir los ojos; cuando comienzo a escuchar el ruido de las olas que consigue estremecerte al romper en la orilla del mar, el viento ahora corre hacia otra dirección. Sin siquiera estirar las manos, camino como un ciego hasta la orilla de la ventana para alcanzar aquel relajante sonido que se repite una y otra vez; y aunque parezca similar, cada ol...