Cap. I : “THE BEGINNING”
La aeromoza la miró con cara de pocos amigos.
-Sorry- le respondió una chica de rasgos asiáticos meneando su el pelo lacio y negro como el azabache.
La aeromoza continuó mirándola de mala gana.
-Dejala, Aye. Es una yanki de mierda… - le susurró una chica, bajita con su pelo largo y castaño atado en una cola de caballo, que estaba parada detrás de ella.
-Sí, Mery; pero… - dijo Aye, volteándose un poco.
-Sí, ya sé. Es una zorra sucia… - le respondió Mery poniendo los ojos en blanco.
Ese comentario hizo que Aye sonriera mientras avanzaba en la fila. Finalmente Aye llegó al detector, con una amplia sonrisa en el rostro.
-¿Quién puede? ¿Quién puede? – dijo Mery a forma de cántico.
-¡Aye puede! ¡Aye puede! – le correspondió Aye
-¡No te la puedo que estamos en Yankilandia! –
-Igual, estábamos en New York, ¿viste? – dijo Aye, mientras le entregaba su mochila al hombre de seguridad – Tipo que para llegar a donde queremos faltan un par de metros, ¿no? –
-Yo diría kilómetros, igual. Pero sí, tenés razón. – respondió Mery mirando el techo. No pudo contener un gritito de triunfo.
Una vez que ambas pasaron sus mochilas y pertenencias, ya estaban en recepción realizando todas las operaciones con documentación.
-Che, ¿dale que vas a buscar la valija cuando termines? Así no perdemos tiempo. – dijo Mery a las espaldas de Aye.
-¡Dejá de flashear! – replicó ella en un susurro – Thanks – le respondió a la mujer detrás del mostrador en cuanto le ofreció de vuelta su documento, pasaporte, y ciudadanía.
-Dale, ¡¿qué te cuesta?! – suplicó Mery dando un paso al frente, ahora ella estaba delante del mostrador.
-¿En qué momento se me ocurrió buena idea que trajéramos una valija para las dos? – preguntó Aye más para ella misma.
-En el mismo momento en que pudimos sacar mi ciudadanía estadounidense – le respondió Mery con una media sonrisa – ¿Me recordás cómo lo hicimos?
-Ay, ni que lo supiera –
-Thank you very much – dijo Mery.
-No, thank you. Enjoy your time in the United States of America – dijo la mujer del mostrador sonriendo ampliamente.
Una vez que se encontraron fuera del aeropuerto, Aye preguntó:
-Y ahora era cuando venía un Edward y nos traía un porche amarillo, convertible, gigante, ¿no? – su mirada se entristeció un poco.
-Estaría bárbaro… - respondió Mery.
Sin mirarse comenzaron a caminar sin rumbo, y con una enorme valija con rueditas a cuestas. El lugar era enorme, gigantesco, y la gente se saludaba en muchos idiomas. Lo que hacía que Mery se riera extrañamente.
-Dejá de reírte me das vergüenza – dijo Aye en voz baja y mirando para otro lado.
-Ay, como si vos fueras tan cuerda – le respondió entrecerrando los ojos.
-¡Mirá! ¡Una limusina! – dijo Aye señalándola.
-¡Qué chido! – dijo Mery - No señales, zoquete… - agregó obligándola a bajar el brazo.
-¿Por qué “chido”? – preguntó Aye – Somos argentinas, no chilenas…
-Flashera, “chido” es mejicano – dijo Mery no pudiendo contener la risa.
A todo esto, nuestras queridas y amadas protagonistas (?), habían dejado de caminar, y la mandíbula de Aye cayó en cuanto vio que alguien salía de la limo.
-¿Eso es un…? ¿Eso es un Brendon? – preguntó.
Ambas se miraron estupefactas.
-Sorry- le respondió una chica de rasgos asiáticos meneando su el pelo lacio y negro como el azabache.
La aeromoza continuó mirándola de mala gana.
-Dejala, Aye. Es una yanki de mierda… - le susurró una chica, bajita con su pelo largo y castaño atado en una cola de caballo, que estaba parada detrás de ella.
-Sí, Mery; pero… - dijo Aye, volteándose un poco.
-Sí, ya sé. Es una zorra sucia… - le respondió Mery poniendo los ojos en blanco.
Ese comentario hizo que Aye sonriera mientras avanzaba en la fila. Finalmente Aye llegó al detector, con una amplia sonrisa en el rostro.
-¿Quién puede? ¿Quién puede? – dijo Mery a forma de cántico.
-¡Aye puede! ¡Aye puede! – le correspondió Aye
-¡No te la puedo que estamos en Yankilandia! –
-Igual, estábamos en New York, ¿viste? – dijo Aye, mientras le entregaba su mochila al hombre de seguridad – Tipo que para llegar a donde queremos faltan un par de metros, ¿no? –
-Yo diría kilómetros, igual. Pero sí, tenés razón. – respondió Mery mirando el techo. No pudo contener un gritito de triunfo.
Una vez que ambas pasaron sus mochilas y pertenencias, ya estaban en recepción realizando todas las operaciones con documentación.
-Che, ¿dale que vas a buscar la valija cuando termines? Así no perdemos tiempo. – dijo Mery a las espaldas de Aye.
-¡Dejá de flashear! – replicó ella en un susurro – Thanks – le respondió a la mujer detrás del mostrador en cuanto le ofreció de vuelta su documento, pasaporte, y ciudadanía.
-Dale, ¡¿qué te cuesta?! – suplicó Mery dando un paso al frente, ahora ella estaba delante del mostrador.
-¿En qué momento se me ocurrió buena idea que trajéramos una valija para las dos? – preguntó Aye más para ella misma.
-En el mismo momento en que pudimos sacar mi ciudadanía estadounidense – le respondió Mery con una media sonrisa – ¿Me recordás cómo lo hicimos?
-Ay, ni que lo supiera –
-Thank you very much – dijo Mery.
-No, thank you. Enjoy your time in the United States of America – dijo la mujer del mostrador sonriendo ampliamente.
Una vez que se encontraron fuera del aeropuerto, Aye preguntó:
-Y ahora era cuando venía un Edward y nos traía un porche amarillo, convertible, gigante, ¿no? – su mirada se entristeció un poco.
-Estaría bárbaro… - respondió Mery.
Sin mirarse comenzaron a caminar sin rumbo, y con una enorme valija con rueditas a cuestas. El lugar era enorme, gigantesco, y la gente se saludaba en muchos idiomas. Lo que hacía que Mery se riera extrañamente.
-Dejá de reírte me das vergüenza – dijo Aye en voz baja y mirando para otro lado.
-Ay, como si vos fueras tan cuerda – le respondió entrecerrando los ojos.
-¡Mirá! ¡Una limusina! – dijo Aye señalándola.
-¡Qué chido! – dijo Mery - No señales, zoquete… - agregó obligándola a bajar el brazo.
-¿Por qué “chido”? – preguntó Aye – Somos argentinas, no chilenas…
-Flashera, “chido” es mejicano – dijo Mery no pudiendo contener la risa.
A todo esto, nuestras queridas y amadas protagonistas (?), habían dejado de caminar, y la mandíbula de Aye cayó en cuanto vio que alguien salía de la limo.
-¿Eso es un…? ¿Eso es un Brendon? – preguntó.
Ambas se miraron estupefactas.
*Not knowing you'd change for just one bite...*
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