CAPITULO 11: “WHEN I LOOK IN HER EYES I JUST SEE THE SKY”

El lunes llegó deprisa, aunque a decir verdad, para mí cada día era exactamente igual al anterior. Es que trabajaba todos los días desde que habíamos empezado a juntarnos en sala de ensayo.
Estaba pensando en cualquier cosa cuando la voz de Jerry me arrancó de mis pensamientos.
-¡Brendon, muchacho! – exigió mi atención. Volteé a verlo, algo mareado.
-¿Qué sucede? – pregunté frotando mis ojos.
-¿Puedes atender la mesa cuatro? – preguntó mientras entraba a la cocina.
-¿Qué tanto pensabas? – me cuestionó Alice al pasar a mi lado.
-Nada en especial – contesté evadiendo su pregunta rápida y concisamente – Buen día, ¿ya saben qué van a pedir? – pregunté sonriendo amablemente.
El resto del mediodía traté estar más atento; no entendía por qué seguía pensando de esa manera. Quiero decir, carecía totalmente de sentido. Sabía cómo se sentía y nada podía hacer para cambiarlo. Sin embargo, en todo este embrollo había algo que no me dejaba dejar de pensar en…
-¿Harás algo esta tarde Boyd? – preguntó Alice. Hacía una semana que había comenzado a llamarme por mi segundo nombre sin razón alguna.
-¿No puedes simplemente llamarme como me llaman todos? – pregunté cansino.
-Lo siento Brendon – me dijo ella de pronto muy seria - ¿Te ha pasado algo? Sabes que eres como mi hermano, puedes contarme lo que sea… - era la primera vez que veía reflejada, en aquellos ojos marrones, la preocupación de Alice.
-No, nada sucede conmigo… - contesté sorprendido.
-Entonces… ¿Tienes ocupada la tarde? – preguntó mientras salíamos.
-Hoy no, nuestro baterista debe cuidar a sus hermanitas. No podemos juntarnos – comenté, de pronto recordándolo, algo triste.
-¿Creí escuchar que ninguno de los dos tiene algo que hacer? – preguntó Jerry uniéndosenos.
-Escuchaste bien, pa – dijo Alice burlona.
-¿Les molestaría pasar a buscar a Lucy al colegio y cuidarla? Es hasta las ocho, cuando llegue Jane. No tengo tiempo para buscar una niñera y-
-¡Jerry! – lo interrumpimos los dos.
-No hace falta que des explicaciones, claro que podemos cuidarla… - dije yo.
-Gracias, gracias, gracias. Son los mejores hijos adoptivos del mundo – nos dijo Jerry abrazándonos de manera paternal y estrujándonos contra él.
-Cuéntanos: ¿Cuál es la causa de tu ausencia? – preguntó Alice mientras comenzábamos a caminar.
-Aún no le conté a nadie, excepto a mi esposa, claro. Tengo dos entrevistas de trabajo – comentó contento y en voz baja.
-¿Piensas abandonarnos? ¿Qué pensaría nuestra madre si tuviéramos una? – dijo Alice con su auténtico y molesto tono de burla.
-Técnicamente no los estoy abandonando. Los estoy dejando huérfanos más bien… Digamos que estoy pasando a mejor vida – contestó Jerry totalmente serio.
-Me parece lo correcto. Es hora que te ganes el dinero correspondiente a tu labor – comenté orgulloso de mi compañero de trabajo.
-Gracias, hijo – dijo él mientras alborotaba mi pelo.
Con Alice nos dirigimos a la escuela de Lucy. Tuvimos que hablar con la directora del colegio para que nos dejaran retirarla, ya que ninguno de los dos éramos familiares de ella. Nos llevó unos buenos quince minutos convencerla que Jerry nos había dado permiso a recogerla. A la pobre Lucy la habían dejado esperando parada al lado de la puerta; pero cuando nos vio enseguida salió corriendo hacia nosotros.
-¡Alice! – gritó Lucy contentísima.
Yo miré a la directora con una ceja en alto. Ella me devolvió una mirada escéptica y llena de orgullo y se retiró hacia su despacho.
-¿Dónde está mi papá? – preguntó ya en brazos de Alice.
-Toma, ten su mochila – me dijo Alice tendiéndomela – Tu padre no pudo venir hoy, por eso estamos nosotros. Y te cuidaremos por el resto de la tarde hasta que tu madre vuelva del trabajo, ¿de acuerdo? – le explicó Alice mientras salíamos del establecimiento.
-¡Genial! Ya puedes bajarme Alice, no soy un bebé para que me lleves a mi casa en brazos – dijo Lucy con el mentón en alto. A veces me sorprendía lo madura que era esa niña. Quiero decir, tenía nueve años, no estaba para llevarla en brazos. Pero no se veía como alguien de nueve años tampoco. Era muy pequeña, parecía de un poco más de seis años.
-De acuerdo Señorita Madura – le dijo Alice sonriendo y la bajó de sus brazos.
Caminamos el resto del camino a casa de Jerry hablando de lo que había hecho Lucy en el colegio. Quiero admitir que en mi época de primaria no hacíamos ese tipo de cosas. Siempre sucede lo mismo con el cambio de generaciones.
Luego de prepararle el almuerzo a Lucy, la obligamos a hacer la tarea. O más bien, ella nos obligó a despejar la mesa para poder comenzar con su tarea. Es más, hasta nos echó de la cocina para poder trabajar tranquila.
Estábamos viendo tele sin mirar cuando Alice habló.
-¿Me vas a contar qué te ha pasado? – preguntó – Porque si tengo que golpear traseros por ti, no dudaré en hacerlo… - comentó sin sacar sus ojos del televisor.
-Nadie me ha hecho nada ¿de acuerdo? Es sólo que… - comencé, dudando si contarle o no.
-¿Qué? – preguntó ella luego de quedarse mirándome durante un rato.
-Nada, una mujer que conocí… - dije simplemente.
-Dedujo que estás hablando de la chica esta que viene a buscarte al trabajo. ¿Cuál era su nombre? Emily… - dijo Alice. Odiaba que ella me conociera tanto, y odiaba ser tan obvio yo mismo.
-Tal vez… - contesté luego de un rato.
-¿Tal vez? Claro, no puedes considerarla mujer – dijo enfatizando la palabra “mujer” y poniendo ella misma las comillas. Pero como fiel servidor caí en su truco.
-¡Hey! – exclamé.
-Sí, es ella – dijo volviendo a ver el televisor.
No contesté nada, y ella tampoco atisbó a seguir indagando en el tema. O al menos eso creía yo hasta entonces…
-Crees que no le gustas, ¿verdad? – preguntó apagando el televisor con el control remoto y mirándome a mí.
-No es eso… Quiero decir, sí le gusto. Pero como amigo – le contesté rindiéndome, pero sin mirarla. Aún tenía clavada la vista en la pantalla del televisor, que ahora mostraba la imagen de nuestros reflejos.
-Es aún peor… - dijo Alice. La miré sin comprenderla – Le gusta uno de tus amigos ¿no? Uno de los chicos de la banda – concluyó.
-No que yo sepa… - contesté evitando su mirada escrutadora.
-¿Que tú sepas o que te haya dicho? – preguntó con media sonrisa en el rostro. Lo estaba disfrutando la muy perversa.
-No me ha dicho nada. Pero sé que le gusta Ryan – dije mirándola de nuevo. Al verme a los ojos su rostro se ablandó. ¿Qué cara habré tenido? – Está como… Obsesionada con él… - agregué.
-Eso es duro amigo… Pero ¿cuál es Ryan? – preguntó. Allí volvió mi querida y conocida Alice.
-El guitarrista – contesté.
-Ah, el piernas largas… - dijo ella recordándolo, y haciéndome reír. Era cierto, Ryan tenía las piernas algo más largas de lo normal; jamás me había fijado. – ¿Y no piensas hacer nada para ganártela? – preguntó luego de reírnos de Ryan.
-No, no vale la pena intentar. Lo único que voy a lograr es alejarla… - comenté.
-Tienes razón Boyd – dijo ella cruzándose de brazos - ¿Crees que si yo comienzo a hablarle se vería muy obvio? –
-¡No se te ocurra! – la amenacé.
-¡Por favor! ¡Déjame ayudarte! – pidió ella.
-No, Alice ¡No! – respondí.
-Alice, Brendon, me aburro… - dijo Lucy entrando a la habitación.
Los dos le sonreímos pensando lo mismo, y luego la atacamos con cosquillas.
Lucy se encargó de alegrarme la tarde. Si la vida fuera tan fácil como hacer feliz a esa niña las lágrimas sólo se derramarían de alegría y emoción.
Cuando llegó Jane nos encontró a los tres jugando a la guerra. Alice y yo llevábamos años sin jugar a ese juego, pero lo recordamos bastante rápido. Jane se llevó una gran sorpresa cuando yo salté de detrás del sofá y la apunté con una pistola de agua. No paré de disculparme hasta que pisamos la calle, pero ella se veía muy divertida. Al principio se asustó mucho, pero luego comenzó a reírse. Al escuchar la risa de su madre, Lucy salió corriendo a abrazarla. A Jane ya se le había pasado la risa hasta que vio a Alice, con un colador encajado en la cabeza a modo de casco protector.
-Lamento lo del colador – dijo Alice cuando Jane se estaba despidiendo de nosotros en la puerta.
-No te molestes Alice… - le dijo Jane por décima vez.
-Siento haberte apuntado, yo-
-Brendon. Si vuelves a disculparte te golpearé – me amenazó.
-De acuerdo – contesté, ya con miedo.
-Lucy despídete de tus amigos – dijo Jane con una sonrisa.
Lucy nos abrazó a ambos.
-Disfruta del mundo mientras es simple – le dije al oído a Lucy.
-Lo haré Brenny – me contestó.


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